NEW HAVEN.- El asesinato de Laken Riley ocupó un lugar central durante el discurso sobre el Estado de la Unión el jueves pasado.
Riley era una estudiante de 22 años que fue asesinada el mes pasado en la Universidad de Georgia. El sospechoso de su asesinato es un migrante venezolano que, según las autoridades, se encontraba ilegalmente en los Estados Unidos.
Durante la refutación republicana, la senadora de Alabama, Katie Britt, sacó a relucir el asesinato de Riley.
“Fue brutalmente asesinada por una de las millones de personas que cruzaron la frontera ilegalmente y que el presidente Biden decidió liberar en nuestra patria. Como madre no puedo dejar de pensar en esto, ya que Laken Riley podría haber sido mi hija o la de ustedes”, señaló la republicana.
La equivocada afirmación de que la inmigración provoca una ola de criminalidad se remonta a los primeros inmigrantes que llegaron a los Estados Unidos. Desde las décadas de 1980 y 1990, esta narrativa falsa resurgió, de acuerdo con los defensores.
Durante la actual campaña presidencial, el vitriolo (ácido quemante en sentido figurado) ha sido intenso. Tan solo en los últimos meses, el ex presidente Donald Trump ha hablado de los inmigrantes como criminales y enfermos mentales que están “envenenando la sangre de nuestro país”.
El gobernador de Florida (y ex candidato presidencial) Ron DeSantis dijo que los inmigrantes sospechosos de transportar drogas a través de la frontera deberían ser fusilados, sin especificar cómo se podía diferenciar a los traficantes de drogas de otros inmigrantes.
Sin embargo, las investigaciones indican que los inmigrantes cometen menos delitos que los nacidos en Estados Unidos.
Gran parte de los datos disponibles se centran en las tasas de encarcelamiento porque ahí es donde se registra el estatus migratorio.
Algunas de las investigaciones más extensas provienen de la Universidad de Stanford. El economista Ran Abramitzky descubrió que, desde la década de 1960, los inmigrantes tienen un 60% menos de probabilidades de ser encarcelados que los nacidos en Estados Unidos.
También hay una investigación a nivel estatal que muestra resultados similares. Investigadores del Instituto CATO, un grupo de expertos libertario, examinaron Texas en 2019. Descubrieron que los inmigrantes indocumentados tenían un 37.1% menos de probabilidades de ser condenados por un delito.
Más allá de las tasas de encarcelamiento, las investigaciones también muestran que no existe correlación entre las personas indocumentadas y el aumento de la delincuencia.
Investigaciones recientes de The New York Times y The Marshall Project encontraron que entre 2007 y 2016, no hubo ningún vínculo entre los inmigrantes indocumentados y un aumento de los delitos violentos o contra la propiedad en esas comunidades.
La razón de esta brecha en el comportamiento criminal podría tener que ver con la estabilidad y los logros. El estudio de Stanford concluye que a los inmigrantes varones de primera generación tradicionalmente les va mejor que a los hombres nacidos en los Estados Unidos que no terminaron la escuela secundaria, que es el grupo con mayor probabilidad de ser encarcelado en los Estados Unidos.
El estudio también sugiere que existe un miedo real a meterse en problemas y ser deportado dentro de las comunidades de inmigrantes. Lejos de involucrarse en actividades criminales, los inmigrantes en su mayoría no quieren causar problemas.
Pero la idea de que los inmigrantes traen la delincuencia sigue muy extendida.
Hace unos meses, el medio NPR informó sobre un refugio para migrantes que funcionaba en Staten Island, Nueva York.
Anthony Pagano, propietario de una floristería ubicada cerca del refugio, dijo a NPR que estaba en contra de que estuviera ubicado en su comunidad.
Los datos de la policía de la ciudad de Nueva York muestran que no hubo un aumento de asesinatos, violaciones o robos en la zona.